De nuestros campos de pies madres elaboramos las estacas y las estaquillas. Estas últimas las ponemos directamente en la tierra, las cuales nos proporcionan los barbados de viña, que se comercializan con el fin de que los injerte el viticultor. Mientras que las primeras las desyemamos y luego las injertamos con yemas que obtenemos del sarmiento que tienen nuestras viñas de base.
Injertamos con máquinas neumáticas. Protegemos la unión púa-patrón con cera de injertar. Los colocamos en cajas con turba para que empiecen a encallar, en cuartos calientes con control de temperatura y humedad muy estricto, y con una renovación y recirculación del aire adecuada a sus necesidades.
Una vez encallados, los sacamos del cuarto de estratificación. Les quitamos las raíces provocadas por el encallamiento, les aplicamos hormonas de enraizamiento y los volvemos a parafinar para que estén listos para su plantación.
Durante el verano los despuntamos y los fumigamos con productos químicos para prevenir las enfermedades. También les quitamos las malas hierbas y los abonamos y regamos por goteo, esperando a que se les caiga la hoja para su posterior selección y comercialización
Una vez arrancados los injertos, los cortamos, los seleccionamos con criterio haciendo hincapié en una buena soldadura púa-patrón y unas raíces uniformes y posteriormente los contamos. Nuevamente protegemos la unión púa-patrón con parafina. Por último los flejamos, los encajamos y los guardamos en cámaras frigoríficas para conservarlos frescos y húmedos antes de su venta al viticultor.